jueves, 31 de enero de 2013

#thesecretlifeofalowerchamber

#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

#vanitas

#vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

La Caverna. Saramago nos habla de su abuelo y de nuestro mundo (y IV).

Saramago juega con sus personajes y juega también con los lectores, en una muestra madura de su sabiduría narrativa. En efecto, como en tantas ficciones, hay un narrador omnipresente que lo sabe todo de sus personajes y aparece ordenando sus pensamientos, acciones y palabras. Sabe lo que sucedió antes de los hechos y lo que sucederá en la trama. Sabe más cosas que el conjunto de todos ellos, y por eso puede decirnos que Marta ha quedado embarazada aunque ella todavía no lo sepa. Hasta este punto, nada nuevo; el recurso al narrador de este tipo es norma en un relato formalmente clásico. Pero Saramago va mucho más allá, permitiéndonos adivinar a lo largo del texto nuevas y prodigiosas capacidades de este narrador, que no sólo conoce el relato desde dentro, al desarrollar su trama, sino que es capaz de salirse del mismo y entablar conversación con el propio lector. Así es, el narrador parece saber que esta historia que cuenta es una novela, un libro que sostiene un lector, y ello le autoriza a dirigirse de vez en cuando al mismo con toda naturalidad, dándonos indicaciones sobre la lectura, mostrándonos las costuras del texto, pidiéndonos una actitud o disposición ante una escena, hablándonos del relato del que él mismo es parte supuestamente inconsciente. Por ejemplo, nos dice que de tal o cual personaje no se dan más detalles porque piensa que no va a salir mucho más en la novela, aunque luego no sea así. O nos conmina, ante una situación determinada, a que “se suspenda todo, por favor, que nadie hable, que nadie se mueva, que nadie se entrometa, ésta es la escena conmovedora por excelencia”. O nos avisa a los lectores de que “no sucederá nada malo, era lo que faltaba, dejarse caer poco estéticamente uno de los personajes principales en el momento culminante de la acción”. Un triple nivel del discurso, pues, el de lo que dicen los personajes, el que añade el narrador sobre sus acciones o pensamientos, haciendo avanzar la trama, y un tercero en el que el narrador se dirige al lector con complicidad, como si ambos estuvieran viendo la escena desde fuera, uno junto al otro. Y todo ello bajo la forma de un texto denso, casi sin puntos aparte y en capítulos sin titular ni numerar.
 
Decía al principio de esta ya premiosa crónica que este lector había encontrado varios postigos hacia otros posibles relatos. Especialmente sugerentes me parecieron, y por tanto dignas de mayor desarrollo, las escuetas informaciones sobre los habitantes del cinturón de chabolas y sus periódicos asaltos a quienes entraban a la ciudad con mercancías, incluido el encuentro solidario con un presumible atacante, así como la otra caverna del relato, no la del “Centro”, ni el horno de Algor, sino esa otra cueva campestre en la que el alfarero colocaba cuidadosamente la loza que rechazaban en la ciudad y que habría de ser en un porvenir muy lejano objeto preferente de la atención de los futuros arqueólogos. Ramas de otra ardilla que no importa, vista la agilidad y la decisión con la que Don José se encamina hacia la página 350 de la, como siempre, sencilla edición portuguesa de Caminho.
 
        En definitiva, un Saramago en sazón que sigue explorando con pericia la épica modesta de héroes anónimos puestos en situaciones extremas, como en las dos novelas anteriores de esta “trilogía involuntaria” con la que el Nobel portugués parece haber cerrado su anterior predilección por novelar la historia. Un excelente regalo de Reyes en la versión española que sale estas fechas.

miércoles, 30 de enero de 2013

#thesecretlifeofalowerchamber

#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

#vanitas

#vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

La Caverna. Saramago nos habla de su abuelo y de nuestro mundo (III).


Pero además de esta obvia contraposición, hay también una caracterización orwelliana de esa ciudad y especialmente de su corazón y su cerebro, el tan mentado “Centro”. Físicamente se trata de un espacio rodeado por altos muros que va creciendo y fagocitando pedazos de la ciudad a su alrededor. Allí pueden entrar todos a comprar o disfrutar de los espacios de ocio, pero sólo pueden residir en su inconmensurable interior los privilegiados que trabajan en determinadas categorías. Es más que un centro comercial, aunque esa caracterización sería la más accesible de comprender, junto con la de un parque de ocio del tipo de los que proliferan en nuestros días bajo el borroso epíteto de “temático”. Y en su inmenso interior hay desde tiendas a campos de golf, desde templos egipcios a puentes colgantes. Y es esta abigarrada descripción de su contenido el único pasaje de la novela en el que encontramos referencias a Portugal, pues en la “lista de tal modo extensa de prodigios que ni ochenta años de vida ociosa bastarían para disfrutarlos” se incluyen un acueducto de las aguas libres, un convento de Mafra (el del Memorial), una torre de los Clérigos y (otra autocita irónica) una balsa de piedra. 

No sabemos quien rige el “Centro”, si es que no actúa ya movido por su propia inercia, ni qué demiurgos diseñan esa realidad paralela hacia la que parecen converger los deseos de los habitantes de fuera. Se diría que el “Centro” es ya el cerebro de toda la realidad circundante, pues “como perfecto distribuidor de bienes materiales y espirituales que es, acabó por generar de sí mismo y en sí mismo algo que participa de la naturaleza de lo divino”. La construcción es lo suficientemente transparente como para dejar entrever ese mismo discurso único del liberalismo sobre las bondades de un mercado divinizado y de su capacidad para satisfacer las necesidades de todos si se le deja actuar a su arbitrio.

 

Pero hay algo más. Se trata de la contraposición realidad-ilusión que subyace en las demás tensiones narrativas. El “Centro” parece representar también la irrealidad en la que vivimos sumidos, este mundo de espejos y de pantallas, de apariencias, de virtualidades, de pixels en vez de pieles. Y es ahí, en esa denuncia de lo ilusorio de muchos de los estímulos actuales, donde encaja el mito platónico al que remite el libro desde su portada. Lo sorprendente es que la novela, como ya ha quedado dicho, no es una alegoría de ese viejo relato del filósofo, no es una metáfora, sino que es una versión literal, una recreación adornada, porque el “Centro” no es la caverna de las sombras ilusorias, sino que está construido (literalmente) sobre la prístina caverna de Platón. Y es esta literalidad, sobre cuyo exacto contenido no insistiré para no desvelar más de lo debido, el momento de la virtud de la novela y, al mismo tiempo, el tour de force más arriesgado, el punto en el que la estructura entera del relato se queja, como los palos de un navío en la tormenta, aunque sin llegar a desarbolarse.

martes, 29 de enero de 2013

#vanitas

#vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

#thesecretlifeofalowerchamber

#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

La Caverna. Saramago nos habla de su abuelo y de nuestro mundo (II).


         Esa es la escueta almendra de un demorado relato de sentimientos y situaciones en el que Saramago hace ostentación, no diría yo sólo de su oficio de escritor, algo que a estas alturas va de suyo, sino de su asombrosa capacidad para hacer creíbles y cercanos unos personajes a los que hace moverse en un escenario insólito y remoto. Al fin y al cabo, de eso se trata, de cribar la realidad de entre la ganga imaginaria, de señalar lo real en un paisaje de simulaciones sin cuento, de marcar con fuego a las verdaderas personas para que resalten sobre un fondo multicolor de lentejuelas, de llamar la atención sobre lo que palpita bajo el sol, desviando la mirada de las confusas sombras del fondo de la cueva platónica. Lo que importa de la nueva novela de Saramago no es tanto esa sencilla trama lineal, sino los intersticios, la melaza, el aire entre los personajes, sus relaciones mediante sus palabras o sus pensamientos, y no lo que les pasa. Por esa delicada intromisión en el mundo de los sentimientos entre un padre y una hija, entre una joven embarazada y su esposo, entre un anciano y su nuevo amor de senectud, entre un yerno y su suegro, entre una joven y una viuda, y de todos ellos con ese silencioso coro griego que es el perro Achado, “La Caverna” es un insustituible tratado de inteligencia emocional, un monumento a esa sabiduría que nada tiene que ver con la academia o la erudición, una evocación, quizá, de ese abuelo siempre recordado por Saramago y un espejo de un mundo, el nuestro, en el que tan cuesta arriba se le ponen las cosas a personas como debió ser él.

 

No hay malvados, sin embargo, haciéndole la vida difícil al alfarero; es algo mucho más impersonal, es el sistema el que tritura sus ilusiones de una forma aséptica y desresponsabilizada, simplemente cumpliendo las misiones para las que está programado. Y debe ser muy difícil construir una novela como ésta, o una novela sin más, sin malos, sin personajes faltos de ética o de principios que contraponer a ese hálito de bondad que van exhalando poco a poco los personajes principales. El “Centro” es un malvado “lógico”, no amoral, un villano ectoplásmico que exhibe una conducta programada, un poco en la línea del HAL 9000 de “2001”. Un malo sin culpa. Por eso, ésta es también una novela que trata de la bondad y una prueba difícil de refutar sobre la falsedad del adagio que habla de los buenos sentimientos como barro para la mala literatura. Saramago, menos pesimista de lo que podría parecer con una lectura apresurada (y de lo que él mismo se retrata), hace una excelente novela trenzando sentimientos positivos entre unos personajes esencialmente bondadosos. Incluso se permite al final dejar entrever una grieta en el muro de ceguera al dejarnos saber imprudentemente que el misterioso descubrimiento del subsuelo está provocando defecciones entre el personal del “Centro”. Una coda optimista, subrayada por la huida de las dos parejas y el perro. Este de los sentimientos es el tuétano y el poso que nos deja un buen sabor de boca cuando cerramos el libro, una novela de esas que te vuelven inesperadamente a la mente muchos días después, sin saber por qué, sin invocaciones premeditadas, al asalto de tus pensamientos.

 

Pero otra es la tesis, la denuncia, el objetivo entrevisto del relato. Lo que creeremos casi hasta el final una alegoría de la caverna de las ilusiones del filósofo griego (y que no será tal metáfora, como veremos) nos pone en primer plano una tradicional tensión entre la vida y las gentes del medio rural y la deshumanización de las ciudades. En el primero está el barro primordial, genésico, mientras en la segunda está el plástico que, simulando las características de la loza de Algor, siendo un remedo, una imitación, sustituye a sus originales. En el pueblo están el viejo horno, la morera y el perro, mientras en el “Centro” hay neones, las ventanas no dejan ver el campo y están prohibidos los animales. Alrededor de la alfarería se mueven personas que se nos muestran con toda su profundidad psicológica, mientras que los escasos habitantes del “Centro” que se nos permite conocer son meros eslabones periféricos de una remota cadena de responsabilidades, más o menos amables, pero obedientes a las opacas normas, meros autómatas sin responsabilidad que se guían por encuestas y los reglamentos. En la pequeña y empobrecida población de Algor hay sentimientos que afloran entre los personajes, incluso los celos egoístas de los padres de Marçal, no así en el centro, en el que toda reacción está pautada, controlada, medida y dictada por criterios de utilidad y obediencia.

lunes, 28 de enero de 2013

#thesecretlifeofalowerchamber

Precaución: "Raperos"
#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

#vanitas

#vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

La Caverna. Saramago nos habla de su abuelo y de nuestro mundo (I).


           A veces encontramos en las novelas que leemos puertas abiertas a otras ficciones paralelas, no escritas todavía, quizá destinadas a no registrarse nunca. Son esas falsas adivinaciones prematuras de por dónde va a transcurrir la trama, esos pasajes en los que creemos entrever equivocadamente una trascendencia para el conjunto del relato que al cabo no se cumple, esos personajes a los que atribuimos una importancia que el transcurso de las páginas no confirma, esas otras historias posibles que el autor ignoró para concentrarse en la suya, como la ardilla que dibuja un camino, sólo uno, en una tupida malla de ramas de árbol. Cada ardilla hubiera elegido el suyo, bien que la ardilla que interesa ahora se llame don José y sean pues sus ágiles saltos hacia la copa los que interesen.
 

         Este lector encontró varios de esos postigos entreabiertos en la nueva novela de Saramago, “La Caverna”, una sólo aparentemente sencilla historia sobre los avatares del alfarero Cipriano Algor, artesano del barro que vende sus productos al “Centro”, su hija Marta, que le ayuda en la modesta fábrica rural, su yerno Marçal Gacho, vigilante de seguridad en el “Centro”, la viuda Isaura Madruga, el sereno amor maduro de Cipriano, y el perro Achado. Para reducir su denso texto de casi trescientas cincuenta páginas a la trama central no hacen falta extrañas alquimias, pues es cierto que, tan mal explicado como aquí, la falsa anécdota se reduciría a lo siguiente. En un espacio físico cercano a una urbe, la realidad se ordena en círculos concéntricos, partiendo de un no adjetivado y creciente “Centro” rodeado de inmensos muros, pasando por el resto de la ciudad, luego una tierra de nadie desprovista de casas y de gente, un nuevo círculo de poblados de chabolas, otro más sembrado por industrias y detritos, el siguiente más lejano dedicado al cultivo vegetal bajo abrigo y un borroso mundo rural con campos y pequeñas poblaciones. En una de éstas vive con su hija Marta el alfarero Cipriano, quien aprovecha sus viajes transportando piezas de barro al “Centro” para traer y llevar a su yerno Marçal para que pase sus días libres con su esposa, ahora embarazada. Sólo la aparición del perro Achado (Encontrado) parece romper la apacible rutina de la familia. Por sorpresa, el “Centro” decide dejar de comprar las lozas de Cipriano, con lo que éste ve cercana la poco atractiva perspectiva de tener que trasladarse en el futuro a vivir al “Centro” con su yerno y su hija. Sin embargo, animado por Marta, decide cambiar sus tradicionales productos y fabricar unos muñecos para ofrecerlos de nuevo al impersonal servicio de suministros del “Centro”. Entretanto parece trenzarse un disimulado interés mutuo entre Cipriano y una viuda del pueblo, Isaura. Tras un denodado esfuerzo, también estas nuevas piezas son rechazadas, por lo que Cipriano, dejando a Achado al cuidado de Isaura, se va a vivir al “Centro”, ciudad dentro de la ciudad en la que pasa su tiempo de jubilado experimentando nuevos entretenimientos. Tras tres semanas, un día conoce por su yerno la existencia de un misterioso descubrimiento en el subsuelo y, aprovechando que éste debe vigilar el lugar, se aventura hacia el magnético espacio como impulsado por una urgencia inexplicada, como si adivinara que el sentido de toda la realidad circundante estaba allí. Y, en efecto, allí estaba. Cipriano decide abandonar el “Centro”, regresa al pueblo y encuentra en su casa a Isaura y Achado. La viuda, que ha cuidado del animal por encomienda del alfarero enamoriscado y del hogar abandonado por encargo de su hija, le reconoce que “una noche me quedé a dormir en tu cama”, a lo que Cipriano responde “nunca más dormirás en otra”. A los pocos días Marçal, dimitido de su puesto, y Marta, que no quiere tener a su hijo en el “Centro”, regresan al pueblo. Las dos parejas, tras hablar sobre sus perspectivas, cargan sus escasas pertenencias y al perro en la vieja furgoneta y se van en dirección contraria a la de la ciudad, alejándose del “Centro”.

(Cont.)

Texto de 2001 publicado en el suplemento cultural de El Periódico Extremadura.

domingo, 27 de enero de 2013

#vanitas

#vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

#thesecretlifeofalowerchamber

#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

El príncipe y la corista.


            Para Malcolm X había dos modelos de negros, el de la casa y el de la plantación. El primero imitaba a los blancos, era dócil, vestía como sus dueños y era fácil hacer gavilla de él. Si su amo enfermaba, decía: “¿Es que estamos malos, amo?”. El de la plantación conservaba celosamente sus costumbres raciales, vestía a su modo y era protestón, rebelde y, a menudo, violento. Si su amo enfermaba, rezaba para que muriera. En los primeros ochenta el mercado y los medios de comunicación nos propusieron esos dos modelos. De una parte, saltarín, simpático, altruista, un buen chico, Michael Jackson. De otro, lascivo, oscuro, maleducado, difícil, un chico malo, Prince.

            Jackson, pues, era pasto de amores adolescentes, sus discos podían ser regalados a los hijos por Navidad, e incluso Paul MacCartney le hacía coros en dulcísimas baladas cargadas de buenas intenciones multiétnicas (Ebony & Ivory). Anunciaba Pepsi, y no cualquier bebida alcohólica, y participaba en películas infantiles como El Mago de Oz. Todos los niños del mundo podían ser salvados por los derechos algunas de sus canciones humanitarias y, de hecho, no es que dejáramos que los niños se acercaran a él, es que se los echábamos literalmente encima.

            Prince era el duro, el excéntrico, hacía gala de una estudiada mala educación, de movimientos groseros, de una impúdica exhibición de contoneos directamente sexuales con chicas decididamente poco recomendables, cuando no con sus propias guitarras. Sus letras eran, para decirlo suavemente, lo suficientemente explícitas como para ruborizar a un camionero y su música era una hija del funky más sólidamente erótico y asocial. No participaba de campañas benéficas ni se dejaba ver por la Casa Blanca saludando al Presidente.

            Ni que decir tiene que amábamos a Prince y detestábamos al blando Jackson, que no nos parecía sino un mero producto comercial prefabricado, sobre todo comparado con la aparente frescura y energía del personalísimo compositor de “Kiss”. Prince parecía el lado oscuro, rebelde e inmanejable de la negritud domesticada y facilona de Jackson. Qué equivocados estábamos.

            No obstante, Jackson, no pudo evitar avisarnos de su tormenta interior (I’m bad), presagiando que sus oscuras circunvoluciones cerebrales lograrían saltar por encima de la torpe barrera de su imagen comercial. Un Hyde impredecible crecía dentro del Jeckyll de pelo ensortijado. Mientras Prince seguía bailando con chicas mazicísimas y haciendo casi el mismo disco cada año, el pequeño de los Jackson se retorcía dentro de su entonces negrísima envoltura y comenzaba su rubicón existencial, primero la nariz, luego la piel, más tarde el género y después el alma. Encerrado en una casa infantiloide diseñada por un creador de pesadillas adultas, alimentándose en burbujas oxigenadas, atrayendo a su cubil a tiernos infantes con intenciones poco edificantes, viendo el contenido de sus calzoncillos exhibido en las revistas, tomando el té con Elisabeth Taylor (quizá este sea el síntoma más inquietante), casándose con una hija de otro monstruo egocéntrico para escapar de los rumores, acosado por decenas de extorsiones por parte de padres de niños ex-amigos del genio, difamado por su propia hermana, montándose sin recato una parafernalia militarista directamente fascista y egolátrica, perfeccionando voluntarioso una androginia ya casi sublime y, sobre todo, blanco, cada vez más blanco, como un monstruoso vitíligo cantor que es capaz de producir más escándalos por temporada y de mayores proporciones que el pobre, ingenuo y destronado Prince.

            Mientras Jackson se hizo un nombrecito en el fastuoso universo de los depravados memorables, junto a Nerón, Sade o Barbarroja, el Artista Antes Conocido Como Prince se empequeñece más (si cabe), hasta el punto de que ya ni sabemos como se llama.

Térsites Brusquet.

Extremadura-Cataluña. Curvar el espacio hasta que los extremos se toquen (y II)


                La cuestión es que se han ido acumulando sobre esa relación todo tipo de ruidos ambientales, hasta tal punto que ya resulta complejo incluso para los más avisados discernir cuanto hay de diferencia de hecho pura y dura, cuanto de legítimas posiciones divergentes, cuanto de incomunicación y prejuicios, cuanto de tópicos y cuanto de leyenda. O cuanto de silencio sobre lo mucho que nos une. Y no sólo hay ruido por lo que hayamos dicho desde ambos espacios, sino también por lo que se haya dicho desde fuera de ellos, porque también desde otros ámbitos resultaba funcional situarnos en ambos extremos de un eje. De modo que la mera alusión a que sobre tal o cual asunto relevante de carácter territorial Cataluña y Extremadura estaban de acuerdo parecía dejar en fuera de juego a todos los demás que pudieran tener la tentación de no estarlo. Había una extraña fuerza centrípeta en esa pinza opresiva; ¿cómo se podía concebir estar más allá de Cataluña o más allá de Extremadura en tal o cual cuestión?, eso no era posible al menos en los límites de la física política española del último cuarto de siglo. Hubiera hecho falta otra física política, otro paradigma desde el que entender la realidad territorial española, una especie de cuántica política hispana en la que la curvatura del espacio, el principio de indeterminación o la imposibilidad de la observación objetiva de la realidad permitiese otra forma de explicar el entorno. Y en esas estamos, debiendo elegir entre la física clásica de Newton, según la cual estaríamos condenados a no entendernos, o una nueva cuántica social desde la que explorar con nuevos instrumentos el presente y el futuro de nuestras relaciones como pueblos.
                Le hemos hecho un enorme favor a este país al ejemplificar con denodada constancia las leyes del péndulo, pero ahora podríamos dejar ese cansado papel a otros, a quienes lo quieran, y dedicar algún esfuerzo a conocernos mejor, fuera de la escena y de los focos, fuera de los arquetipos de comedia del arte que nos hemos colgado mutuamente y que nos hemos dejado colgar (el avaro mercader Pantalón y Arlequín el criado de las ropas remendadas) y lejos de las estériles esgrimas de las portadas. Ahora podríamos ensayar esa otra física moderna en la que los extremos se tocan.
                No se trata de anunciar boda, no. Sino de explorar la posibilidad del cortejo. Ese antiguo que implicaba conocimiento y paciencia. No éste de la inesperada noche de amor y el inmediato tránsito del tálamo estudiantil al carrito de Ikea. Que esos luego duran lo que duran la pasión y los susodichos muebles, un suspiro. No se trata de tampoco de establecer esos ejes políticos con ínfulas geoestratégicas y que duran lo que la coyuntura, menos que los muebles. Se trata sobre todo de ponernos de acuerdo en la mera conveniencia de conocernos mejor, de derribar tópicos y prejuicios, de limpiar telarañas y de mirarnos con más curiosidad que desconfianza. Y luego podremos estar de acuerdo en que hay cosas sobre las que estamos en desacuerdo, pero habremos despejado de la ecuación la incógnita perniciosa de la inquina y la incomunicación. Tras tantos años de frontón, es algo que nos debemos mutuamente catalanes y extremeños y que deberíamos dejar encarrilado para quienes vayan a educarse con menos necesidad de autoafirmación que nosotros.
                Somos realidades complejas y relativamente distantes. No es tarea fácil esa del conocimiento y la empatía, pero seguro que alguna experiencia similar podemos poner ambos sobre la mesa. En el caso de Extremadura hay una iniciada hace menos de veinte años y que parece haber fructificado y dado la vuelta por completo a la realidad anterior, el acercamiento a Portugal. Del más generalizado y profundo desconocimiento a una cierta “especialización” portuguesa de Extremadura. Y quizá algo similar pueda representar en Cataluña la relación con Escocia o con Québec. Muchas de las políticas o de los instrumentos nos son inservibles, pero otros muchos podrían ensayarse. La importancia del conocimiento de la cultura y la lengua, el valor del conocimiento de la historia común, el papel esencial de los medios de comunicación respectivos, el peso del talante público de las instituciones y sus representantes, la necesidad de la constancia, la conveniencia de limitar la ambición, en fin, muchas de las perspectivas y actitudes que hemos ensayado con éxito en otros ámbitos de relación. Se trata de seleccionar por dónde empezar para dar la señal de salida a ambas sociedades, para poner un hito en el camino, para ensayar un rubicón a partir del cual conjurarnos respecto del diálogo como único método de relación verdaderamente fructífero a largo plazo.

La impresión de Enric Juliana sobre el encuentro de 2009 en Alcántara, en http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/2009/12/06/pagina-23/80006515/pdf.html?search=juliana 

sábado, 26 de enero de 2013

#vanitas

#vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

 

#thesecretlifeofalowerchamber

#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

 

Extremadura-Cataluña. Curvar el espacio hasta que los extremos se toquen (I)

                Sería muy largo de argumentar, pero no es tan difícil de intuir. Por muchas y variadas razones, Cataluña y Extremadura han llegado a representar hoy en el imaginario de muchos españoles las dos posiciones más alejadas en una hipotética línea continua que ensartaría a todas los demás nacionalidades y regiones y que podría representar convencionalmente el conjunto de tensiones territoriales que, en buena medida, explican la España de hoy.
 
                En primer lugar hay que dejar bien sentado que se trata de una “representación”, de una convención simplificadora, de una imagen, y que eso no significa que se trate de la pura realidad. Pero aunque no sea la realidad, toda y solo la realidad, esa proyección tan extendida sí que es una realidad en sí misma, un hecho que deberíamos explorar para darle carta de naturaleza, para refutarlo o para reconducirlo a sus contornos más precisos.
Encuentro Extremadura-Cataluña en Alcántara (2009). J. R. Alonso de la Torre, J. Figueiredo, V. García, J. Durán, J.A. Doncel, J. Gruart, J. D. Fernández, A. M. Soguer, J. Serna, J. M. Brull, J. I. Ortuño, M. Lanzas, N. S. Amor, J. M. Romagueras, E. Juliana, M. Barroso, P. Centeno, J. L. Corcobado, J. M. Pagador, M. A. Melón, R. Font, N. Moreno, V. Guerrero
                En segundo lugar, no está de más recordar que se ha tratado de un proceso de al menos dos decenios, y no de una herencia histórica de la que no se podía escapar. Es verdad que desde muchos puntos de vista objetivos hemos sido realidades humanas muy alejadas, aunque no por ello necesariamente antagónicas. Los extremeños se acostumbraron pronto a que en muchas estadísticas regionales usualmente exhibidas en la vida pública española su posición de cola contrastase con las posiciones de cabeza catalanas. O al revés. Pero no es eso lo que importa ahora. Sino la idea del proceso poco a poco asumido por los actores políticos, las instituciones, los creadores de opinión y finalmente el común de ambas opiniones públicas. Aparentemente, no nos hemos sentido demasiado incómodos en ese papel de los dos extremos polares, de modo que, con más o menos disimulados mohínes de disgusto, hemos ido asumiendo ese rol especular. Porque nos era útil en lo doméstico, porque era una pesadez estar todo el día negándolo, porque no dejaba de adornarnos y darnos un papel más nítido en el tablero nacional, por la pura naturaleza de las cosas que nos separan con natural rotundidad, quien sabe, por mero cálculo legítimo. Como mínimo, lo hemos dejado correr.
                Y ni siquiera hay que pensar que esa actitud conscientemente indolente fuese malitencionada, ni con el otro, ni con el resto del conjunto español. Es más, incluso puede haber sido útil como elemento pedagógico para que los españoles se fueran acostumbrando a la complejidad de la nueva arquitectura política española, a la presencia de múltiples argumentos cruzados, a la existencia de nuevas reglas de juego y nuevos actores territoriales, además de los partidos y su tradicional alineación, también convencional, en ese otro eje izquierda derecha. Hasta cierto punto hemos representado la complejidad de la nueva política española. Eso asusta a algunos melindrosos que ven en cada declaración enérgica una amenaza de proporciones siderales sobre esa supuestamente indestructible idea de España. No es más que franquismo sociológico residual. Han transferido sus pavores medievales de la izquierda o la mera democracia, hacia los nuevos poderes territoriales. El cromosoma “antes roja que rota” sigue siendo la capital de su mapa genético, a poco que se rasque.
(Cont.)

viernes, 25 de enero de 2013

#thesecretlifeofalowerchamber

#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

#vanitas

 #vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

jueves, 24 de enero de 2013

#vanitas

#vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

#thesecretlifeofalowerchamber

#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

Guadalupe/Yuste. La espina dorsal de la identidad extremeña (y II)


Yuste ha sido desde siempre un monasterio, un lugar religioso. Desde luego para la gente de la Vera lo era, y recuerdo que muchas personas acudían a la misa allí los domingos de buen tiempo.Una cierta burguesía local a la que le parecía de buen tono distinguirse incluso en esto, poniendo distancia con las parroquias de los pueblos circundantes. Un esnobismo, incluso. Pero desde otro punto de vista y desde fuera de ese ámbito vecinal fue también un símbolo imperial al gusto del franquismo. Remitía a las viejas glorias patrias, a las gestas imperiales del imaginario fascista español, a los mismos símbolos que había recuperado el régimen para legitimarse históricamente, para entroncar con aquella España luz del mundo y martillo de herejes. En un pasillo del Colegio César Carlos de Jaraíz estaba escrito con letras góticas (cómo no) el himno del centro, que reflejaba con rara precisión esa conexión de Yuste, y por extensión de toda la comarca, con el imaginario protoconservador hispánico: “Somos los niños de La Vera, lanzas del César y de su honor; hoy nuestro imperio es nuestra escuela, y en ella nunca se pondrá el sol. Era la primavera...”. No era Yuste sólo, ni siquiera principalmente, un referente religioso, ni un gran centro de peregrinación o culto. Es más, la decisión de trasladar a su entorno los restos de los soldados alemanes dispersos por toda España y muertos a lo largo del siglo XX vino a subrayar mucho más el elemento histórico de la conexión con ese centro europeo reflejado en la coletilla “Quinto de Alemania” que el puro perfil religioso, como seguramente también se pretendía. Esas cruces ordenadas en medio de los olivos atraen a los alemanes por alemanes, mucho más que por cristianos, he tenido ocasión de comprobarlo en alguna ocasión. Paran, e incluso rezan, o dejan escritas unas líneas, porque se trata de soldados alemanes, no porque sean muertos cualesquiera de cualquier guerra pasada.


 
Por estas y otras razones, poco a poco, se está convirtiendo en nuestro símbolo más europeo, nuestro eslabón de conexión espiritual con Europa. Es verdad que se trata de una “tradición inventada” y de que tiene mucho de impostación, pero el caso es que funciona a las mil maravillas y se consolida cada año con los Premios Carlos V y el excelente trabajo de la Academia homónima. Y comienza a suplantar a Guadalupe como un elemento identitario de perfil cívico o laico y, como mínimo, de la misma entidad. Lo que, dicho sea de paso, permitirá a Guadalupe concentrarse en su faceta más genuinamente religiosa, a mi entender.
 
Menos de ochenta y dos kilómetros, pero todo un mundo simbólico diferente, todo un universo de referencias distintas, quizá reflejo de esos procesos sociales que se están dando en Extremadura sin que haya demasiada reflexión sobre ellos. Ochenta y dos kilómetros que se iniciaban de rodillas, mirando al pasado y hacia el sur americano y que en afortunada peregrinación culminan de pié, mirando al futuro y hacia el norte y Europa.

miércoles, 23 de enero de 2013

#vanitas

#vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

 

Guadalupe/Yuste. La espina dorsal de la identidad extremeña (I)


81 kilómetros y 600 metros es la distancia entre los monasterios de Guadalupe y Yuste. Y marca simbólicamente la distancia también entre la Extremadura de la tradición y la Extremadura de la modernidad. No porque no haya un sólido presente en Guadalupe o porque Yuste se haya despojado de su carga de pasado, desde luego. Sino porque entre los extremos de esta línea imaginaria puede dibujarse el recorrido de la traslación simbólica que parece haberse operado indoloramente en la sociedad extremeña. Muchas veces nos dejamos llevar por la falsa impresión del inmovilismo, por la sensación de lentitud en los cambios, por una especie de inmanencia consustancial a nuestra vida colectiva. Pero a poco que se rasque, los trazos de esos cambios sustanciales se revelan con toda nitidez. Veamos.

Hace tiempo tuve que lidiar, por un encargo para una publicación, con el asunto de la relación entre Extremadura y Europa. Y allí sostuve que uno de los trazos de nuestra identidad colectiva extremeña parecía estar desplazándose lenta y discretamente desde una referencia geográfica vinculada a la religiosidad y a América, Guadalupe, hacia una nueva referencia laica y europea, Yuste. Los más de 81 kilómetros que separan los dos monasterios son un trasunto de las transformaciones de nuestra psicología colectiva (si es que existe eso), de las mutaciones en nuestra recién estrenada identidad regional y de los procesos sociales que hemos acumulado atropelladamente en pocos años, entre ellos la secularización.

 

No insistiré en algo tan evidente como el perfil de Guadalupe, sus connotaciones y su valor como símbolo de la religiosidad extremeña y de los vínculos históricos con América. Pero incluso el Guadalupe mariano está siendo progresivamente sustituido en el imaginario colectivo extremeño por el Guadalupe cívico, artístico, patrimonial, turístico. Si a los extremeños de hace veinte años se les hubiera preguntado qué significaba el día 8 de septiembre, muchos habrían citado el día de la Virgen de Guadalupe; si esa pregunta se hace hoy, una inmensa mayoría citaría en primer lugar el Día de Extremadura. Este proceso de “vampirización” laica es, precisamente, la causa última de la resistencia de la jerarquía católica a la más que razonable demanda de integrar Guadalupe y su entorno en la Iglesia extremeña. El interés por mantener el perfil religioso y difuminar el cívico o político anida en la indisimulada sobreactuación de los sucesivos arzobispos de Toledo en relación con el ámbito guadalupano. Parece sospecharse que dejar el símbolo a merced de la joven iglesia extremeña sería poco menos que entregarlo a sus autoridades políticas, puesto que el mismo mensaje vienen recibiendo, con más o menos énfasis, las jerarquías toledanas de ambos mundos, a los que preferirían ver menos coordinados. Para otra ocasión habrá que dejar una reflexión más sosegada sobre este proceso nacido a partir de que Ibarra, en una de sus primeras muestras de gran olfato político y contra la opinión de todo su partido, defendió con éxito unir las dos celebraciones. Y quizá en la misma ocasión habrá que responder a la pregunta de por qué Ibarra estuvo tantos años sin meterse con un asunto tan obviamente goloso desde el punto de vista de la creación de una identidad extremeña.
 
(Cont.)

#thesecretlifeofalowerchamber

#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

martes, 22 de enero de 2013

#thesecretlifeofalowerchamber (Serie "Las zancudas dentadas")


#thesecretlifeofalowerchamber es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran rincones y detalles del Congreso de los Diputados. Estos "espacios de K dimensiones" de nuestra cámara baja no reflejan su vida institucional, sino su pálpito interior mediante la revelación y subrayado de sus lugares supuestamente “in-significantes”, es decir, los intersticios sin significado aparente, los vacíos, los objetos descontextualizados o las texturas y rastros de los oropeles connaturales a una idea (bastante obsoleta, por cierto) de la dignidad institucional. Los no-sitios del poder. La tesis de los "espacios de K dimensiones" fue formulada en algún momento inconcreto de los años ochenta por un autor cuyo nombre no recuerdo y publicada en "Los Cuadernos del Norte", que dirigía Juan Cueto "como quien mea". Se me quedo grabada y esta es la prueba.

                El ciclo "Las zancudas dentadas" rastrea la vida de estos curiosos seres en su biotopo natural, sus costumbres sociales, sus usos alimenticios y sexuales, su cuidado por los encargados, sus migraciones y sus desafiantes posturas.
 

#vanitas


#vanitas es el título genérico de una serie de imágenes tomadas con iPhone y sin mayores cuidados formales que muestran lo duro que es ser oveja en tiempo de lobos. Se trata de cadáveres de animales encontrados en paseos por el campo, por lo general en los alrededores de Mérida y del Lago de Proserpina. Muy en contra de una primera impresión esta serie no tiene ninguna pretensión: ni simbólica, ni moral, ni nada.

Identidad extremeña. La Fala entre la lingüística y la política.

      La Fala es la denominación común con la que designamos a tres dialectos parcialmente diferentes que se hablan en Valverde del Fresno, Eljas y
San Martín de Trevejo, en la Sierra de Gata cacereña. Las teorías sobre su origen y su fundamento lingüístico son diversas, desde quien defiende su origen asturleonés, hasta las tesis del portugués arcaico, pasando por varias conexiones con el tronco galaico portugués del que luego surgieron esas dos lenguas modernas. No es una lengua escrita, no está normativizada y los pocos textos que hay son contemporáneos, redactados con la forma de transcribir que a cada autor le ha parecido. Este es un asunto importante, porque se va a pretender normativizar la fala y ese es el punto culminante del proceso: si se emplea la grafía gallega para escribirlo estaremos empujándolo hacia allá, mientras que si se utiliza la grafía portuguesa u otra, estaremos cuestionando la asimilación con el gallego. En fin, si fuera sólo un debate académico, sería una cosa interesante pero sin mayor repercusión más allá del propio fenómeno.
 
          Lo que pasa es que el debate científico está siendo contaminado por cuestiones políticas. Así, todo el mundo nacionalista gallego, el político y el académico, tiene un especial interés en asimilar la fala al gallego sin más. Y la prensa gallega habla con frecuencia del “gallego que se habla en Extremadura” o de los “niños extremeños que hablan gallego”,contribuyendo así a fijar una imagen distorsionada de la verdadera naturaleza de la fala. Los lingüistas gallegos, señaladamente los de la órbita del nacionalismo, están dando soporte a esta pretensión asimilacionista con sus trabajos académicos, que defienden esa casi identidad basándose no sólo en argumentos lingüísticos sino también históricos, una supuesta colonización de esa sierra por gallegos en algún momento de la reconquista, sin muchas bases científicas para probarlo. Y siguiendo el típico discurso nacionalista comienzan a dibujar a esos pueblos como unos lugares remotos, desatendidos por las autoridades extremeñas, abandonados a su suerte, resistiendo cual "aldea gala" a una supuesta desatención sobre su lengua. Y ellos, claro, se ofrecen para la redención. Ellos hablan en documentos públicos que exhiben que tienen que “hacer efectivo el ejercicio de los derechos lingüísticos de la población”, como si aquí la fala estuviera prohibida o reprimida.
 
 
 
 
Pero:

-La Fala no es gallego. No es eso lo que dicen los expertos. Es verdad que hay muchas teorías, pero ninguna dice que sea gallego sin más. Las que más se acercan dicen que es un dialecto que proviene del tronco común galaico portugués del que salen también, además de La Fala, el gallego y el portugués modernos. Para cualquiera que lo estudie es obvia la diferencia, en el vocabulario, en las terminaciones, en la presencia de muchos leonesismos, etc. Otra cosa es que, como simplificación periodística, el Galicia se hable con evidente falta de propiedad de “gallego”, sin más.

-Defender que La Fala es gallego es pretender acabar con La Fala. En el momento en que eso se admita, ya no existiría la fala como esa joya perdida y preservada, diferente de todo, sino que sería sencillamente un enclave del gallego, como esos pueblos fronterizos de Zamora o de Asturias, en los que no se habla de algo diferente del gallego. Aquí sí, aquí hablamos de algo diferente, por eso se estudia por tantos investigadores, porque es algo peculiar, diferente del gallego, diferente del portugués y diferente del asturleonés. Y no queremos que esa joya se pierda por asimilación con una de las lenguas hermanas, sino que queremos que se mantenga con toda su pureza, sin asimilaciones lingüísticas y mucho menos políticas

-Pero, con absoluta independencia de las teorías de unos y otros, lo que está claro y es innegociable para nosotros es que La Fala es patrimonio cultural extremeño y que por tanto le corresponde su cuidado a las autoridades extremeñas. Eso es irrenunciable. Son las instituciones extremeñas las que cuidan del patrimonio extremeño, sea éste del origen que sea. No admitimos que la alcazaba de Badajoz sea cuidada por un gobierno árabe sólo porque tenga ese origen. La sierra de Gata no es un espacio del tercer mundo que requiera la cooperación al desarrollo de otra Comunidad Autónoma, ni en el sentido económico ni en el cultural.

-La Fala está perfectamente cuidada en y por Extremadura. En primer lugar se ha declarado Patrimonio Inmaterial por parte de la Junta, que se obliga a su conservación y difusión. Nuestras instituciones han editado en estos años pasados varios volúmenes con estudios sobre el fenómeno. También se ha participado en un programa europeo de lenguas minoritarias para la difusión y conservación de la fala en las escuelas. El Gabinete de Iniciativas Transfronterizas organizó hace años el primer gran congreso científico sobre La Fala, ámbito en el que se escucharon todas las tesis hasta entonces desarrolladas desde la lingüística. Pero sobre todo está el dato que tanto admira a los gallegos, que es una lengua viva que se habla todos los días en la calle y en la familia y que no necesita los fórceps de una política lingüística como sí parece necesitar el gallego. La Fala goza de una excelente salud, y eso es lo que asombra a muchos estudiosos gallegos que la ven con envidia. A lo mejor de lo que se trata es sencillamente de no meter tanto la cuchara y dejar que siga siendo esa joya cotidiana que usan esos tres pueblos. Aquí no hacen falta políticas de superación de antiguas represiones o invocaciones de derechos a hablar que nunca se han limitado.