No podemos decir que estamos contribuyendo a solidificar espacios de cooperación e integración política cuando, seguramente por muy comprensibles presiones de los gobiernos receptores, los esfuerzos europeos en este ámbito parecen decantarse más (o exclusivamente) del lado de la seguridad fronteriza y no del desarrollo de esos espacios de conexión. Si esas áreas son sólo el habitual teatro de operaciones de una batalla contra las organizaciones terroristas y de narcotráfico o el espacio privilegiado para los controles de emigrantes irregulares, si ese es todo el papel de esos espacios fronterizos, estaremos creando un vacío de sociedad y de empresas, un glacis desmatado privado de instituciones políticas civiles eficaces y sólo entregado al cuidado de policías y militares, un hinterland desértico con escenografía de videojuego violento.

Pobreza e
inseguridad en las zonas de frontera de los países asociados son dos amenazas
respecto de las que la cooperación europea debe tener una posición estratégica.
El marco a largo plazo debe ser el fomento de una mayor integración regional,
pero sobre esos dos factores hay que actuar inmediatamente, entre otras cosas
porque se trata de dos elementos cuya remoción ayudará a la integración
económica y política.
(Fin)
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