miércoles, 2 de enero de 2013

Barruntos de los profetas mayores. (Lasciate ogne speranza...).

 
 

Nos vamos haciendo viejos. Hemos pasado nosotras de las saldevas al biomanán y vosotros de las dexedrinas al voltarén, apenas sin darnos cuenta unas y otros. Casi no habíamos aprendido lo de libertad, igualdad y fraternidad, tan afrancesado, y ya nos lo amputaban del cerebelo para implantarnos el omnipresente Dios, Patria y Rey, luego Dios, Patria y Justicia, y luego, monocorde, Franco, Franco, Franco, al mismo tiempo, pero a años luz todavía, de la proclama revolucionaria del genial Carosone de los cincuenta, en la que nos ridiculizaba por hacer el americano, cantando whisky, soda y rock’n roll. Y en esa santísima trinidad lúdica se concentraba la magra modernidad de las mesitas de madera, los bidones con hielo, el vermú de grifo y los biscúter, bajo las miradas envidiosas de nuestras hermanas mayores, chicas topolino todas ellas, crecidas en los Balillas de gasógeno. ¡Ah, carisimo Renato, ‘lasciate ogne speranza, voi ch’intrate’ en los tumultuosos sesenta. Mientras por estos pagos se pensaba en construir un puente desde Valencia hasta Mallorca a base desalud, dinero y amor, por ese mundo de ahí fuera, de la psicodélica mano del ácido lisérgico, el himno unánime era sexo, drogas y rock’n roll, y el espástico Dury de los setenta se agitaba asimétrico porque le faltaba todo eso. Hasta las paredes de los más pequeños pueblos de este olvidado rincón de la aldea global proclamaban la ruda buena nueva (la otra, la erótica, estupefaciente y sincopada), ya que al parecer no había playas bajo los adoquines. Los ochenta, la resaca, el pensamiento débil, el yogur desnatado como máximo referente cultural, el SIDA, la fidelidad de pareja, el pelotazo, un cierto barniz de modernidad aculturada y no de la mano de un filósofo, sino de un director de cine desinhibido, la movida estéril salvo en la bárbara cosecha de cirrosis y adicciones. Desde Barcelona, Loco le toma el pulso a esta su época liminar del nuevo siglo y nos redime de la simplicidad anterior cantando, no a cualquier sexo, no a cualquier droga, no a cualquier placer estético, sólo a los más caros y elegantes, sólo Chanel, cocaína y Dom Perignon. Lo que se dice un programa máximo. Y nosotras, del fresco por la sisa a los sujetadores asfixiantes como armazones, la cultura de la teta enorme, adios Twiggy, bienvenida sanísima Claudia, emperadora de la abundancia glandular que antes habitabas el sueño de los hombres y ahora eres pesadilla de las mujeres. Y para colmo, Auserón disuelve su banda (‘Se que estás pensando en cuerdas y cuchillos....’),inconsciente, poniendo fin a la serie de los profetas mayores que anunciaban el nuevo siglo en mistéricas frases con tres rotundas invitaciones. Abandonad toda esperanza, los que vais a entrar...
 

Tersites Brusquet (1999).

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario