sábado, 19 de enero de 2013

Identidad extremeña. La piel y la entraña. (y II)


Otra consecuencia no menor es nuestro particular duelo con la memoria histórica en su sentido más amplio. Es curioso como ese juicio generalizado sobre la perversidad de la historia con esta sociedad se solventa sin aparentes condenados. Puesto que “la Historia” con mayúsculas es la gran culpable de la situación de Extremadura, ¿para qué andar desentrañando responsabilidades más concretas?.  Hubo algunos intentos de procesos de ese tipo (un inconcreto Madrid, las élites políticas centrales, los propietarios absentistas, otras regiones privilegiadas por las mismas lógicas que a nosotros nos hundían, los recurrentes caciques locales), pero al cabo todas esas posibles responsabilidades concretas se protegían bajo el amplio manto difuminador de, sencillamente, la historia. Y también porque ese rechazo del pasado puso en el centro de nuestras reflexiones identitarias un elemento novedosos y altamente perturbador, el futuro, las cuentas se dieron por saldadas con pasmosa celeridad.  Para construir había que mirar hacia adelante, no rescatar elementos del pasado, y con esa actitud positiva/ingenua  se produjo una implícita amnistía de las posibles responsabilidades históricas. El rechazo de la historia fue tan radical y absoluto que ni siquiera permitió esa rendija que otros usan  todavía de modo recurrente, traer al presente a los autores concretos de los agravios, sean los “castellanos” para Portugal o los borbones para el nacionalismo catalán. Hubo un muy extremeño “qué más da” que evitó distracciones de la tarea de construcción contemporánea de la identidad. El juicio que tal actitud nos merezca no es ahora la cuestión, habrá quien piense que fue inteligente no aflorar culpabilidades y quien considere que las heridas mal cerradas amenazan con infectarse. El caso es que, arrojamos sobre esa evanescente “historia” toda la responsabilidad sobre la situación de partida.



Cáparra.
Y otra consecuencia de ese antihistoricismo es que la identidad no heredada debe ser creada casi de la nada y preferentemente sobre una base no demasiado vinculada a un pasado que se ha juzgado opresor. Por eso es un proceso contemporáneo todavía desperezándose que permite entradas y salida, ensayos, pruebas y retrocesos. Hay elementos que parecen haberse asentado con naturalidad, la ruralidad, el carácter fronterizo, la sensibilidad con las desigualdades territoriales, la sustancial conformidad con el proyecto nacional español. Hay otros que parecen estar en retroceso tras su recuperación reciente, como el referente americano. Y otros que son todavía epidérmicos y cuya evolución habrá que seguir, como el europeísmo, o la asimilación de las TICs. Veremos cuáles se quedan en la piel y cuáles se “entrañan”.

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