domingo, 20 de enero de 2013

Onomástica (encore). Desayuno en Tiffanny’s.

          La onomástica será bonita, no le digo yo que no, pero anda que la hostelería. La hostelería es la ciencia de ser hospitalario y el arte de cobrar por ello. Y qué arte, en ocasiones. Los bares, restaurantes, hoteles o discotecas, como las personas (como Sue Ellen, o como Tamara/Tarima), son bautizados por sus progenitores, que inscriben esos sonoros nombres sobre los hospitalarios dinteles. También, como los padres primerizos, mientras esperan la correspondiente subvención oficial (aquí nadie abre ni un sobre sin la previa aportación pública), los ilusionados dueños de los locales pasan horas discutiendo las infinitas posibilidades que ofrece la onomástica en su rama de servicios de hostelería. Antes las cosas eran más fáciles, pues el nombre lo ponía la gente sin mayores miramientos, “Casa Fulano” o “Casa Mengano” y todos contentos. Ahora no, ahora el nombre forma parte del reclamo comercial, a veces, incluso, es el único reclamo que se ofrece y por tanto su elección es tan esencial como la de la situación , el precio o el tipo de servicios que van a ofrecerse. Y si a las pobres criaturitas les ponen Deborah, Jennifer y lindezas así, qué no harán con sus negocios, que ni siquiera de mayores podrán defenderse; no se extrañen entonces del Hotel Sheila, de Almendralejo, del Restaurante Gladys de Badajoz, del Hotel Miriam de Don Benito.
 
Evocadora denominación de un restaurante mexicano de Bruselas.
            Lo british vende, y si no pregunten ustedes en el Restaurante Blues Mery (sic) de Plasencia, el Hostal Richardson, de Casar de Cáceres, el Restaurante Silver de Monterrubio, o el Hostal Queen Victoria, situado, no en Gibraltar, sino en Casas de Don Antonio (si hacen concejal al hostelero le pone al pueblo Sir Anthony’s Houses). Todo lo extranjero en general se valora (Hostal Mont Blanc de Jaraicejo, Restaurante Français de Santa Marta de los Barros, Restaurante Paparazzi de Cáceres), a veces hasta el absurdo, porque poner a una pensión el nombre de una isla llena de leprosos (Pensión Molokay de Plasenzuela) no remite precisamente a una excesiva higiene de las instalaciones. El barniz cultureta se consigue con el latín (Pensión Stadium de Montijo, Pensión Nautilus de Barcarrota -¿tendrá goteras?-, restaurantes Via Flavia o Lusitania de Mérida, Restaurante Turgalium de Trujillo) e incluso el griego (Restaurante Itaka de Plasencia, Hostal Delphos de Moraleja, Restaurante Agora de Don Benito) o el árabe (Hostal Kantara al Saif de Valencia de Alcántara, Restaurante Al Andalus de Barcarrota).
 

 
            Se ha llevado también mucho en nuestra tierra el sempiterno y horterísima genitivo sajón, ya saben, la famosa “ese” final, como en el Hostal Paco’s de Herrera del Duque, los restaurantes Dardy’s de Badajoz, Joiffer’s de Don Benito, Loher’s de Guijo de Granadilla, Nykol’s de Plasencia o Joy’s, de Cáceres. Tratándose de restaurantes es imperdonable, no así en las decenas de bares apuntados al vicio nefando sajónico, pues en estos casos sólo denota una cierta incuria elucubrativa, una pereza incluso comprensible cuando de lo que se trata es nada más que de proporcionar matarratas de garrafa a jovenzuelos cuyo grado etílico previo les impide distinguir un vaso de vodka de uno de anticongelante para motores.

            De mucha mayor enjundia es el acrónimo familiar, desde el más simple (Jaraíz, Hotel Jefi, de Jesús y Fidela; Mérida, Bar Lusi, de Luis Simancas -¿y si se hubieran llamado Pedro Dorado o Catalina Casas?-), hasta el de vocación camufladora (Trujillo, Cafetería Benidor, de Beni y Dorita), para llegar al colmo del surrealismo, al cadaver exquisito producto de la conjunción de dos universos, the best of both worlds: Villafranca, Salón Rociero Tiffanny’s. Es como un verso atrevido, como una maravillosa pequeña conmoción interior, un hallazgo sencillamente brillante, como el de Pez Soluble, ese extraño ser que dotado de todas las características de sus congéneres, se disuelve como azucar al entrar en contacto con el agua.

Térsites Brusquet.
 

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