La nuestra es, en efecto, una relación “cenéfica” (1). Inventar
la tradición es un ejercicio contemporáneo utilitario y frecuente, si bien
suele disimularse. Asumir a las claras la invención de tal tradición requiere mayor
desparpajo (2). Y no
digamos admitir sosegadamente la mixtificación. Pero no es menos gratificante
desde el punto de vista intelectual. Ni menos esclarecedor, en lo que nos toca,
sobre nuestra realidad secularmente excéntrica. Tiene Extremadura una relación
con Europa tan reciente como la que tenemos con, no sé, Indonesia. Pero hemos
hecho al respecto algo más de literatura. Ésa es la sola diferencia.
Si no le
hacemos caso, como suele ser la práctica política al uso, podemos plantear
algunas preguntas molestas. Una sería si ese Isidoro Pacensis era pacensis por
parte de “Pax Augusta”, es decir, Badajoz, o por parte de “Pax Iulia”, es
decir, la portuguesa Beja. Lo que nos deja ya sólo con la mitad de las
probabilidades de atribuirnos colectivamente, nosotros los extremeños, haber
alumbrado el nombre de la cosa. Y eso si no admitimos de plano (como ha hecho
la concejalía de festejos de Badajoz por la vía de hecho atribuyendo la
fundación -que no la refundación- a Ibn Marwan), la hipótesis académica de que
no hubo tal ciudad romana en esa ribera del Guadiana y que el gentilicio no es
más que la consecuencia de un error de transcripción de la época de la
reconquista. Que la romanidad pacense, acabáramos, es también atribución
“cenéfica” y putativa y que la medalla del bautismo europeo se nos escurre
irremediablemente hacia tierras alentejanas. Claro que, como pequeña venganza a
la que no habríamos recurrido de no haber tenido tan mala suerte, podemos ahora
acogernos a las tesis de que no existió tal Isidoro Pacensis y que se trataba
nuevamente de un error de transcripción en la referencia a Isidoro Hispalensis,
lo que es mediano consuelo al dejar el vocablo, por ahora, en manos sabias,
santas y sevillanas. No sólo no estuvimos en Poitiers, sino que tampoco lo
contamos. Nuestro gozo europeo originario en un pozo de errores medievales de
transcripción.
(Cont.)
(1) HIDALGO BAYAL, G. (2001): “La condición cenéfica”, Diario Hoy, 17 y 18 de
julio. Luminoso artículo que es un agudo análisis sobre, entre otras cosas, la
reinvención de las tradiciones populares por las personas cultas. “Cenéfica” es
la expresión que inventa Gabriel y Galán para “plebeyizar” convenientemente la
expresión culta “Muy Benéfica”, que es el título que la reina otorga a la
ciudad de Plasencia en el poema homónimo de “Extremeñas”. Cenéfico sería, en la
acepción a que me acojo (y recreo “cenéficamente”), ese extendido interés por
detectar raíces y tradiciones inveteradas y espontáneas allí donde no hay sino
recreaciones y simulacros contemporáneos e intelectualizados. Lo cenéfico es
tan explicativo que debería extenderse universalmente como categoría de
análisis; lo raro es que no lo haya hecho ya. Por mi parte, pongo mi granito de
arena para el enriquecimiento de nuestro aparato epistemológico regional.
(2) GARCÍA CALVO, A. (1983):
Letra del Himno de la Comunidad Autónoma de Madrid. “..Y yo soy todos y nadie,
político ensueño”.
(3) ROUGEMONT, D. de (1961): Vingt-huit siècles d’Europe. 1961. Hay traducción española. Tres Milenios de Europa. La conciencia europea a través de los textos. Madrid: Ed. Veintisiete Letras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario